En el año 1700 el obispo de Jaca Miguel Frías ordenó a Juan Francisco de tonsura. Este es el primer grado dentro del clero, el cual era concedido directamente por el obispo y que preparaba para recibir el sacramento del orden. El día elegido para esta ceremonia no fue un día cualquiera. Se realizó el día de San Miguel, el santo del obispo. Después de esta ordenación el joven Juan Francisco partió a estudiar a Zaragoza. Juan Francisco tenía entonces 14 años de edad, se había convertido en un jovencito. Comenzaba aquí un largo periodo durante el cual su vida iba a estar ligada con la capital Aragonesa.
Cuatro años después un suceso importante le hizo regresar repentinamente a la ciudad de Jaca. En Agosto de 1704 el obispo Miguel Frías enfermó gravemente. Juan Francisco estuvo junto a su padre espiritual en estos graves momentos hasta su muerte. La vida de Miguel Frías se apagó poco antes de las 10 de la mañana del día 22 de Agosto de 1704. En su lecho de muerte el obispo se quitó el pectoral y se lo entregó al joven Juan Francisco, su chiquis como cariñosamente le llamaba. Al acercarse le dijo «tómalo, pues lo habrás de menester». Palabras premonitorias que le acompañaron toda la vida y que muestran las esperanzas que tenía depositadas el Obispo en su joven pupilo. Juan Francisco tenía cumplidos 18 años y quedó huérfano de padre por segunda vez. Sin embargo, con el pectoral, el obispo no sólo le pasó una cruz, sino que le legó también su celo y su espíritu.
El Obispo Miguel Frías fue altamente estimado entre sus fieles y dejó una gran admiración en el joven Juan Francisco. La gran obra del obispo la reflejó el doctor José Boneta, Racionero de la Santa Iglesia del Salvador de Zaragoza en su libro «Gracia, de las Gracias de los santos», en él se refiere al obispo Miguel Frias de la siguiente manera.
«Rato ha que me venzo de no escribir de un sujeto temiendo pecar contra la abundancia de sus méritos y la buena ley de mi amistad, si ejecuto su mención, y no prosigo su ejemplar vida; pero acépteme el lector por sacrificio que hace a su paciencia decir algo, y abstenerme de narrar tanto, como quisiera y debiera. Es pues el sujeto el Ilustrísimo don Miguel de Frías, Obispo de Jaca, que acaba de morir. Varón cuyas virtudes pedían un libro, y cuyas gracias requieren otro. No se si habrá quien se aplique a ser cronista para el crédito de Aragón y provecho de la Cristiandad.»
El joven Juan Francisco Guillén regresó a Zaragoza para continuar su formación. En 1710 culminó sus estudios en la Universidad de Zaragoza, graduándose doctor en Teología. Había estudiado durante 10 años Filosofía y Teología Escrituraria y Moral. Poco tiempo después de graduarse doctor comenzó su carrera como enseñante en la Universidad. Así en 1710 obtuvo la cátedra de Filosofía, en la cual estuvo hasta 1720. Año que tomó posesión de la cátedra de Teología de Santo Tomás. En 1722 ascendió a la de Vísperas y el 3 de mayo de 1726 accedió a la de Prima, en la cual se jubiló en 1740 con dispensa del Real Consejo de Castilla. Juan Francisco hizo un excelente curriculum como enseñante. Así lo atestiguan su gran número de estudiantes que llegaron a ocupar cátedras en universidades como la de Mexico, Huesca, Zaragoza o Cervera. Además participó en un gran número de tribunales para acceso a plazas Universitarias o en la iglesia.
Paralela a su distinguida carrera como enseñante no fue menos su labor sacerdotal en la capital Aragonesa. En 1718 fue nombrado rector de la parroquia de Santa Cruz de Zaragoza. Esta parroquia antigua filial de La Seo y ubicada en la calle Espoz y Mina de la capital aragonesa, ha contado con un ilustre plantel de vicarios que llegaron a los más altos cargos dentro de la iglesia. En los muros de su pequeña sacristía se muestran retratos de sus prelados más ilustres. Entre ellos se encuentra el de Juan Francisco Guillén. El 1 de Septiembre de 1731 fue designado vicario de la Seo. Cargo que también había tenido su maestro, el Obispo Miguel Frías. Las dos vicarías las ejerció con dedicación y entrega a los fieles. Cualidades que tendrá durante toda su vida como dignidad eclesiástica y que había aprendido de su maestro espiritual. Así, pasaba largas horas como confesor, explicando la doctrina a sus feligreses y dando sermones en el púlpito. Asistía a los enfermos y a los pobres en sus necesidades espirituales y materiales. Escuchaba a todos y los socorría con sus propios medios o lo ponía en conocimiento de su obispo.
En 1734 quedó vacante la dignidad de Arcediano de Aliaga en la misma Santa Iglesia de Zaragoza. Esta era una de las dignidades que formaban parte del cabildo catedralicio de la ciudad. Juan Francisco presentó su candidatura ante la Real Cámara. Consiguió que el rey Felipe V lo promoviera para dicha dignidad el 17 de marzo de 1734. La bula papal la despachó Clemente XII el 20 de mayo, y tomó posesión el día 19 de julio.
Nombramiento como obispo de Canarias
- Una de las primeras firmas de D. Juan Francisco como obispo de Canarias. Ésta se encuentra en la carta que envió a Undués en octubre de 1740, antes de partir hacia las islas afortunadas.
El 28 de Febrero de 1739 le llegó una carta procedente de la corte de Felipe V. La carta la firmaba el mismo secretario del rey, Abad de Vivanca. En ella se refería que el Rey quería promover a Juan Francisco al Obispado de Canarias. Según sus propias palabras sintió «gran mortificación y repugnancia». Ocultó la carta durante 8 días y no se lo dijo a nadie. Incluso llegó a enfermar por la preocupación que le producía la noticia. Sin embargo, tras haberlo pensado y consultado con varias personas aceptó la empresa propuesta por su Majestad.
La primera reacción de Juan Francisco la tenemos que entender como consecuencia de su gran modestia. Pero también hay que recordar que el Obispado de Canarias no era un puesto fácil para una persona externa a las Islas. En el siglo XVIII el viaje a las islas Canarias era una verdadera aventura, había que surcar una gran distancia por mares procelosos y llenos de peligros personificados en los abundantes piratas que saqueaban continuamente la zona. Juan Francisco sentía que el nuevo cargo en las islas Canarias lo alejaba de su tierra. Aunque no tenemos datos de si visitaba frecuentemente su pueblo natal de Undués de Lerda, hay un hecho que demuestra que estaba de alguna forma muy unido al lugar. Nos referimos a la carta que envió al lugar de Undués de Lerda tras aceptar el obispado de Canarias. Esta carta no se conserva en la actualidad. Tenemos constancia de la misma por el asiento que hay en el inventario que se realizó del archivo de la iglesia de Undués a finales del siglo XVIII. Suponemos que en ella transmitió al pueblo la noticia y el gran cariño que sentía por su localidad natal. Aunque esta carta primera esta desaparecida si tenemos constancia de otras cartas que Juan Francisco envió a su pueblo natal durante sus estancias en Canarias y en Burgos. En las cuales refleja su cariño por su pueblo natal. Estas epístolas las transcribiremos aquí.
Una vez Juan Francisco decidió comunicar la noticia, ésta se transmitió con gran celeridad. Todo fueron buenas palabras y deseos por el nuevo primado. Así se conservan varias cartas al respecto. La primera esta fechada el día 13 de Marzo de 1739 y fue enviada por su hermano Pedro Guillén desde el monasterio de San Juan de la Peña al pueblo de Undués. Vamos a transcribir aquí esta carta.
Señores Alcalde, Rexidores y Lugar de Undués de Lerda
Muy señores mios. Haviendo sido servido el Rey Nuestro Señor de dar a mi hermano D. Juan Francisco Guillén el obispado de las islas de Canarias de mucha honra, y provecho, pues dice sube su renta a 40 mil pesos: Es de mi obligacion participar a Ustedes esta noticia, para quela celebren, como tan apasionados nuestros; y para que nos ayuden a dar gracias a Dios por los muchos beneficios, y copiosas bendiciones, que la Divina Providencia ha echado sobre un hijo de ese lugar desde la Niñez, siviéndolo de Dignidad en Dignidad hasta la muy elevada de su iglesia.
Al mismo tiempo suplico a Ustedes que lo encomienden a Dios para quele de la Gracia que necesita para desempeñar con acierto las muy grandes obligaciones en quelo ha puesto la Divina Voluntad. A quien ruego que de a Ustedes muchos años en toda felicidad. San Juan de la Peña, Marzo a 13 de 1739
Su hijo menor y capellan
Pedro Guillen, Limosnero mayor de San Juan de la Peña
P.D. Aunque esas islas estan fuera de españa, es viaje de tres dias; la navegacion segura, la tierra deliciosa, rica y templada.
Además la noticia del obispado de Canarias llegó al monasterio de Leyre, desde donde su abad también se apresuró a remitir al pueblo una carta al respecto. Recordemos la tutela de dicho monasterio real sobre el pueblo de Undués y en particular sobre su iglesia. La carta del abad de Leyre dice así:
Señores Alcalde, Rexidores y Lugar de Undues de Lerda
Muy señores mios. Recivo de Ustedes con especial complaciencia que la notica tan desseada, que mi fina voluntad appetecia, y todo este Real Cargo de que Su Magestad (que Dios Guarde) ha conferido el Obispado de las Islas de Canarias en la persona del Señor Guillen; en quien resplandecen con maravillosa armonia todas las virtudes precisas para un Señor Obispo. No hallo palabras para ponderar, el gran gozo que he recibido, y todo este Real Capitulo de la notica que Ustedes me franquean. La que he zelebrado con especiales jubilos, en sociedad de todo este Real Capitulo de que me he dado la enorabuena como si propiamente fuera hijo de este Real Monasterio y se ladoy a Ustedes con muchos parabienes de alegria, por los muchos motivos que median y sus circunstancias; deseo como ?, y todo este Real Capitulo toda felicidad a su Ilustrisima. Pues espero en la Divina Magestad que en todo su obispado, en vista de su Ilustrisima han de florecer todas las virtudes.
El ? tiempo no me da lugar para celebrar la noticia; pero passado la ? entrara mi voluntad dessaciendose en gozos en lo temporal, para que todos en comun la celebren en lo temporal, despues que este Real Capitulo la zelebre en lo espiritual; pues noticia como esta y siendo como somos tan interessados, mexor se celebre con todos y especiales jubilos de alegria. Ustedes me tiene con ? voluntad a su disposicion, pues deseo complazerme en lo que fueren servido mandarme. Dios guarde Ustedes muchos años. Marzo 13 de 1739.
Señores Alcalde y Rexidores y lugar de Undues de Lerda
Su mas atento y rendido capellan
Alberico Albarez de Eulate. Abad de Leyre.
Como se ve en estas dos cartas que hemos transcrito la figura del obispo en esa época tenía una gran trascendencia. Ser nombrado Obispo reportaba una gran influencia tanto social como económica. La carta que envió su hermano Pedro Guillén le da mucha importancia al factor económico que reportaba ser obispo. Esta distinción no solo era beneficiosa para la persona en la que recaía el cargo, también sus allegados se veían de alguna forma recompensados. Era un gran honor pertenecer a la familia próxima del prelado o ser la localidad natal de una dignidad de la Iglesia. En este sentido, se tiene constancia de otra carta que envió meses después (Septiembre de 1739) el obispo Guillen al pueblo de Undués de Lerda. La carta dice así:
Señores Alcalde y Regidores de Undues de Lerda.
En vista de la de Ustedes se presentó al señor Intendente de este Reyno el memorial adjunto, que va despachado, muy a satisfaccion mia, y a mayor utilidad de ese pueblo. Ustedes usaran de esta facultad precediendo la diligencia que parece precisa de presentarlo a los Xefes que por alli goviernan.
Hasta aora no he tenido aviso de que esten despachadas todavia mis bulas en Roma; en teniendolo lo avisare a Ustedes como tambien el dia que aya de ser la consagracion. En el ínterin pido a Ustedes me encomienden a Dios a quien suplico que de a Ustedes mucha salud.
Zaragoza Septiembre a 2 de 1739
Su mas apasionado Hijo y Capellan
D. Juan Francisco Guillen
Como se ve en esta última carta en el mes de Septiembre de 1739 Juan Francisco estaba esperando la bula papal para su consagración como obispo de Canarias. Dicho trámite se retraso unos meses más ya que la bula papal fue expedida por su Santidad Clemente XII en diciembre de 1739. El 27 de Diciembre, día de San Juan Evangelista, fue consagrado Juan Francisco Guillén como Obispo de Canarias por el Arzobispo de Zaragoza Tomás de Agüero. A dicha ceremonia asistieron otras altas dignidades como don fray Plácido Baylés, de la Orden de San Agustín, Obispo de Huesca, y don Juan Manuel Castañón, Obispo de Utina, y auxiliar de Zaragoza. En la ceremonia de consagración también estuvo presente su hermano Pedro Guillén. No tenemos constancia de que se desplazara representación alguna desde Undués.
En la ceremonia de consagración como obispo, Juan Francisco lució un anillo de oro con una amatista grande. Esta joya llegó a Zaragoza tres días antes de su consagración. Sin embargo, la había remitido un caballero de La Habana, que nunca se supo su nombre, «para el nuevo Obispo de Canarias». El anillo viajó desde La Habana hasta el puerto de Cadiz custodiado por un religioso franciscano y éste le encargó a Don Antonio Simón, aragonés y vecino de Cadiz, que le hiciera llegar la joya al nuevo Obispo que estaba en Zaragoza.
Además de este misterioso anillo que recibió Juan Francisco, la concesión del obispado de Canarias había venido vaticinada por otros tres hechos. El primero fueron las palabras del obispo de Jaca Miguel Frías en su lecho de muerte cuando le dio su pectoral «tómalo, pues lo habrás de menester». La segunda premonición se produjo en la ciudad de La Laguna en la isla de Tenerife. El doctor Tomás Bethencourt estaba cantando la misa mayor y conventual en la parroquia de los Remedios en La Laguna y dijo «antistitem Joannes» equivocándose en el nombre del Obispo de la diócesis. Era entonces obispo de Canarias Don Pedro Manuel de Dávila y Cárdenas y aún no se tenía ni noticia de su sustitución por Don Juan Francisco. El tercer suceso premonitorio también tuvo lugar en Tenerife. La hermana Martína de San Gerónimo del convento de La Concepción de Garachico vaticinó varios años antes de ser elegido Juan Francisco como Obispo de Canarias que el prelado que había de reconstruir el convento incendiado la noche del 9 de Julio de 1709 ya estaba nombrado, pero que ella no lo vería en vida. Este vaticinio se cumplió, ya que la hermana falleció el 11 de Enero de 1743 comenzando las obras del convento el 6 de Julio de 1745 a expensas del obispo Juan Francisco Guillén. Todos estos sucesos han sido siempre considerados como vaticinios al hecho de ser nombrado Juan Francisco Obispo de Canarias.
El viaje a Canarias tardó más de un año en realizarse. El duro invierno de 1740 retuvo al nuevo Obispo en Zaragoza, de donde partió el día 1 de Junio de ese año. No entró en Madrid, descansó un día en Vallecas y visitó el santuario de Nuestra Señora de Atocha donde se detuvo a rezar. Llegó a la isla de León (Cádiz) la mañana del día 24 de Junio y fue atendido y obsequiado por el Obispo don fray Tomás del Valle. Los peligros de la mar, personificados en los corsarios ingleses que navegaban entre las aguas de la península y Canarias aconsejaron retrasar el viaje hasta que fuera seguro. En el mes de Octubre de 1740 el obispo envió una carta a su pueblo de Undués donde relata esta espera desde la Isla de León. La carta dice así:
Señores Alcalde y Regidores y Aiuntamiento
Muy Señores mios recibo la faborenda de Ustedes apreciando muchisimo sus honras y expresiones y muy particularmente las oraciones diarias y suplicas que por la intercesion tan poderosa, como la de mi patron Señor Xavier, ofrecen sus amantes y ferborosos corazones a la Divina Magestad por mi feliz nabegación arribo y desempeño de las muchas y muy grabes obligaciones que ha sido serbido cargar sobre los ombros de ? de este su ? sierbo. Yo ofrezco en rotorno a Ustedes mis continuas oraciones, y sacrificios para que Dios nuestro Señor les haga muy dichosos concediendoles las felicidades todas que necesitan, en comun y en particular esperando que las consiguiran si procuran en perfecta paz y caridad fraternal, medio unico para se hapiade de Ustedes y les conceda abundantes dones temporales y espirituales.
No se quando sera mi embarco hallandome con Orden del Rey, que Dios Guarde, para que no lo execute asta? aconnimiento y aprobacion de este Señor Intendente General de la marina en el puerto de Cadiz se ofrezca oportuna segura ocasion Con cuio orden puede suceder muy en brebe, y tambien puede tardar algun tiempo, pero en todos llegaron ha mis manos sus cartas de Ustedes con seguridad embiandolas con sobre escrito para mi como asta aqui facilitandome por este medio el gusto de saber de su salud de Ustedes y de obedecerles en todo como verdadero hijo quien ruega a Dios Guarde a Ustedes
muy atentamente, Isla de Leon. 17 de Octubre de 1740
Su muy amante hijo y Capellan
D. Francisco Obispo de Canarias
Todas estas cartas que hemos mostrado aquí demuestran por una parte la relación entre el obispo y su pueblo natal y por otra la importancia que tenía para el pueblo contar con uno de sus hijos entre las altas dignidades de la iglesia.
El Obispo aún esperaría unos pocos meses más para embarcarse hacia las Islas Canarias. Dicho embarque por fin se produjo en una nave genovesa de nombre San Miguel que recaló en la Isla de León con cargamento para las Islas Canarias. Su capitán, Desiderio Calcagno, admitió llevar al obispo Juan Francisco a las Islas Canarias por 1500 pesos. Así, la tarde del día 20 de Enero de 1741 el barco se hizo a la mar en dirección a las islas afortunadas.
En la nave genovesa viajó junto al obispo una persona muy especial. Nos referimos a su sobrino Miguel de Lobera.
Miguel de Lobera: Sobrino de confianza de Juan Francisco
Miguel Salvador de Lobera y Zamboran nació en Bailo el 8 de Diciembre de 1723 y murió en San Felipe de Xátiba el 5 de Enero de 1795. Fue el quinto señor que ostento ese nombre en la casa de Lobera de Bailo. Miguel fue el primogénito del matrimonio formado por Jorge Mateo de Lobera (Bailo, 1687 – 1746) y María Catalina Zamboran Isso (Undués de Lerda, 1697 – 1759). Tuvo seis hermanos más (Pedro, Domingo, Maria Catalina, Maria Josefa, Manuela y Maria Catalina Manuela). Fue sobrino de Juan Francisco Guillén Isso, ya que era hijo de su hermana materna. Su árbol genealógico, junto con el de Juan Francisco Guillén, se puede ver en Juan Francisco Guillén: Genealogía
Se conocen pocos datos de su vida. Hemos encontrado algunos de ellos en el artículo «Miguel de Lobera: un ilustrado desconocido entre Canarias y Valencia» escrito por Mercedes González Teruel y Javier Jordá Manzanaro (Museo Canario, 2010). Se sabe que fue confirmado en Bailo el 22 de Mayo de 1729. Vivió en dicho lugar hasta 1732, fecha a partir de la cual no aparece en los registros de esa localidad. Contaba con 9 años de edad cuando dejo de residir en Bailo. No sabemos donde fue pero podemos pensar que como su tío se fue a residir con él. En esos años, Juan Francisco Guillén residía en Zaragoza y ya era vicario de La Seo. Pudo ser que su tío se encargara de su educación dentro de la Iglesia. Lo que si sabemos es que fue acompañante de los viajes de su tío Juan Francisco. Miguel fue la persona de confianza que acompaño a su tío en su obispado de Canarias y en el arzobispado de Burgos. Fruto de esta compañía escribió con todo lujo de detalles los principales hechos de la vida de Juan Francisco. En el año 1756, un año antes del fallecimiento de Juan Francisco, el rey Fernando VI lo nombró canónigo de San Felipe de Xativa. Miguel fue una persona muy ilustrada que mantenía correspondencia con intelectuales de la época como el escritor e historiador canario Vieira y Clavijo. Guardó un gran vínculo con Canarias incluso después de marcharse con su tío a Burgos. Así, conservó durante más de 50 años el patronato de la capellanía de la ciudad de Telde. Esta nota tras su muerte refleja este vínculo con Canarias:
En Sta Cruz de Tenerife a veinticuatro días del mes de Abril de 1796: El Ilmo. Señor D. Antonio Tavira y Almazán, Obispo de Canaria del Consejo de S.M., habiéndosele dado parte de haber fallecido en la Ciudad de San Felipe del Arzobispado de Valencia Don Miguel de Lobera, Canónigo de aquella Iglesia Catedral en el día 6 de Enero de 1795. por certificación de D. Vicente Noguerales, Vicario de dicha Iglesia dada en el día trece del mismo mes de Enero, y autorizada por los escribanos públicos Manuel de Aranda, y Juan Bautista Vera el cual poseía la Capellanía que fundó Martín Navarro (ver «Miguel de Lobera: un ilustrado desconocido entre Canarias y Valencia» Mercedes González Teruel y Javier Jordá Manzanaro; Museo Canario, 2010)
Por su parte el escritor aragonés Latassa y Ortín en su obra «Biblioteca de los escritores aragoneses» redactó que D. Miguel de Lobera falleció en la ciudad de Xativa el 5 de Enero de 1795. Además añadió: «Entre las alajas que dejó a su casa nativa debe contarse su copiosa librería, que pasó a ella en aquel año». Estos escritos nos muestra la cultura y erudición de este ilustre sobrino de Juan Francisco Guillén.